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Septiembre de 1925: Desembarco en Alhucemas



Después de soportar el Desastre de Annual que costó miles de bajas, con el Expediente Picasso que intentaba depurar responsabilidades en el Ejército y sometido a un lento desgaste en la llamada campaña de pacificación o desquite, con la que se avanzaba demasiado lentamente en el Rif, el General Primo de Rivera que presidía el Directorio Militar, decidió abandonar el territorio conquistado y replegarse sobre las Plazas de Ceuta, Melilla, Tetuán y Larache.


Cuando el Residente General francés Mariscal Lyautey conoció la noticia del repliegue español, se sintió profundamente indignado. La retirada española, que se llevó a cabo con grandes sacrificios de hombres y material, dejó en manos de los rifeños una extensa porción de territorio que amenazaba al hasta entonces tranquilo Protectorado francés. El popular Mariscal de Francia no había ahorrado sus críticas al Ejército español por la desbandada de Annual, derrota que él consideraba inexplicable para un Ejército moderno. Sin embargo, ahora intuía el peligro, porque las Fuerzas Armadas de España que ejercían de tapón al norte de Fez, se habían replegado sobre Melilla.

Las protestas francesas no sirvieron de nada. El Dictador Primo de Rivera había tomado una dolorosa pero firme decisión. Y el Mariscal Lyautey se vio obligado a reforzar los fuertes al norte del río Uarga, para proteger la rica zona de los Beni Zerual y el camino de Fez. Como habían previsto los franceses, Abd el Krim atacó la nueva línea de defensa y desbordó todas las fortificaciones que se habían previsto. Desde Abril de 1925 en que se produjo el ataque, hasta el 20 de Julio del mismo año, - tres meses escasos - los franceses sufrieron 5.710 bajas (1.005 muertos, 3.710 heridos y 995 desaparecidos) junto a 70 prisioneros galos y 2.000 de tropas coloniales y perdieron 51 cañones, 200 ametralladoras, 5.000 fusiles, diez millones de cartuchos,11.000 proyectiles de artillería,, 60.000 granadas de mano, 35 morteros y otros 2.800 proyectiles para estos, lo que les acercaba peligrosamente a las cifras del “inexplicable desastre español de Annual”.

De pronto, Francia descubrió que necesitaba negociar con España porque, de otra forma, tendría que afrontar ella sola una guerra de desgaste, política y militarmente insoportable. En cambio, si España mantenía su presión en el norte, los rifeños deberían luchar en dos frentes y ello traería su derrota. El enfrentamiento franco-español había sido tan profundo durante años, que Abd el Krim no había previsto un entendimiento de las dos potencias europeas. Francia había estado permitiendo la venta de armas a los rifeños a través de la frontera argelina y los españoles lo sabían. Los fusiles Lebel y las municiones que mataban a tantos soldados españoles, eran en parte franceses y, frecuentemente, el protectorado francés había servido de santuario a los hombres del caudillo rifeño. Los oficiales de ambos paises no colaboraban, los contactos fronterizos leales eran inexistentes y España también acogía bereberes disidentes de la zona francesa. Lyautey, siempre altivo, no era la persona adecuada para capitanear una política de colaboración con España.


De las dos fuerzas que desembarcaron en Alhucemas el 8 de Septiembre de 1925, el general Fernández Pérez mandaba la expedición que partió de Melilla (Revista La Esfera).


El Gobierno francés envió a Marruecos al Mariscal Philipe Petain, el héroe de Verdum, que tenía relaciones aceptables con los militares españoles y se le asignaron importantes refuerzos. Inmediatamente comenzaron los contactos hispano-franceses, uno de ellos con el propio Petain en Ceuta el 28 de Julio de 1925 para lograr esa colaboración militar y política tan necesaria para los galos. Estos imprimieron a las conversaciones una gran velocidad. El ataque rifeño a los fuertes del Uarga tuvo lugar en el mencionado mes de Abril de 1925 y el 17 de Junio de ese mismo año, comenzaron en Madrid las referidas conversaciones mixtas y el 25 de Julio ya existía una coordinación militar efectiva. Pero, a pesar de todo, Abd el Krim seguía infringiendo derrotas a ambos Ejércitos occidentales. Solo un ataque frontal al corazón del Rif podría aliviar la presión sobre Fez.


Ceuta y Melilla en el desembarco

El General Primo de Rivera, auto-nombrado Alto Comisario, concibió dos columnas distintas, una que debía partir de Ceuta, al mando del General Saro y otra formada en Melilla que operaría bajo el mando del General Fernández Pérez. La flota española quedó a cargo del Almirante Yolif y la francesa del también Almirante Hallier. Todo el dispositivo fue confiado al Comandante en Jefe de las operaciones, el General José Sanjurjo y Escanell. La mencionada columna de Ceuta y la de Melilla encuadraron a unos dieciocho mil hombres escogidos. Todas las unidades famosas, los oficiales prestigiosos, los líderes adictos más conocidos, los barcos más eficaces y los aviones más modernos, iban a intervenir en la peligrosa acción.


La primera batalla había que ganarla en el terreno de la información. Las flotas estaban concentradas en Ceuta y Melilla, los muelles de ambas ciudades se hallaban repletos de material, municiones, vehículos y soldados y, sin embargo, a pesar de que resultaba evidente que algo importante iba a ocurrir, era imprescindible despistar a los espías rifeños que llenaban las calles de ambas ciudades. Por eso, se hablaba constantemente de maniobras e incluso de ataques a lugares muy distantes del centro del Rif, como Xauen. El Peñón español de Alhucemas, situado casi enfrente de Axdir, informaba constantemente de los movimientos de tropas rifeñas y de emplazamientos de artillería en la costa.

El escenario estaba previsto y los personajes, designados. La mayor máquina de guerra jamás formada en Marruecos se preparaba para asaltar aquellas playas. Además, los franceses habían concentrado en su zona 160.000 hombres y España 200.000, con lo que la presión sobre el Rif iba a resultar desmesurada. Enfrente, unos miles de rifeños armados con un variopinto pero importante surtido de armas, apoyados por desertores y extranjeros, pero decididos a defender su tierra, esperaban con tranquilidad a la impresionante flota combinada.


Objetivo: Alhucemas

Axdir, el pequeño poblado rifeño en el centro de la cabila de Beni Urriaguel, la más belicosa del protectorado español, era el corazón de la rebelión que se había extendido desde Tetuan hasta Melillla, corriéndose por la Yebala, hasta las mismas puertas de Larache. Por eso, una solución rápida del problema implicaba un ataque a Axdir, para humillar a la cabila de Abd el Krim y quebrantar el prestigio de este. Y el ataque solo podía hacerse por mar, ya que la progresión por tierra había fracasado reiteradamente.


El implacable ataque de Abd el Krim a la zona francesa produjo numerosas bajas. En la foto un legionario galo que fue abatido y torturado. (La Guerre du Rif et La Tache de Taza).


La verdad es que España también valoró positivamente la posibilidad de acabar con la rebelión rifeña, merced a la providencial decisión de colaborar por parte francesa. Por eso, se continuó con la firma de acuerdos para sellar una alianza que prometía ser sincera, al menos por esta vez.

Para doblegar a las tribus rifeñas sublevadas, aquellas que habían vencido sucesivamente a los ejércitos español y francés, se montó una operación digna de la terminada Guerra Mundial. En efecto, quedó establecida una fuerza en la que participarían la Marina, la Aviación y el Ejército de los dos países. Una escuadra de medio centenar de barcos de guerra y una treintena de transporte, aviones, hidro-aviones, globos aerostáticos, buques hospitales, barcazas de desembarco y miles de soldados españoles en la costa y franceses por el sur, afrontarían la difícil misión de lanzarse sobre las playas del Rif, trepando hasta las montañas que nunca habían sido hoyadas por soldados occidentales.



Los franceses disponían en su zona de blindados de diverso tipo procedentes de la Primera Guerra Mundial y vehículos equipados con ametralladoras. (La Guerre du Rif et La Tache de Taza)




Francia y España llegaron a un acuerdo en el Verano de 1925 para enfrentarse juntos a Abd el Krim, en una improvisada alianza basada en la necesidad de pacificar ambos Protectorados. Un importante ejército de tierra, mar y aire fue concentrado en Ceuta y Melilla para desembarcar en Alhucemas, enfrente de Axdir, cuna de la rebelión. Una decisiva operación estaba a punto de comenzar.


Los franceses que habían desconfiado siempre de la operatividad del Ejército español, se quedaron gratamente sorprendidos al conocer el detallado proyecto del desembarco de Alhucemas. Todo se había previsto, desde la instrucción especializada de las fuerzas, hasta el aprovisionamiento de las mismas. Por otra parte, las unidades que intervendrían estaban curtidas en la lucha. Petain decidió entonces prestar apoyo naval y aéreo a la empresa y presionar en el sur con un importante ejército de 160.000 hombres perfectamente dotado, para coger a los rifeños en una gigantesca tenaza.


Ejército en marcha

Los puertos de Ceuta y Melilla empezaron a quedarse vacíos. Los barcos tomaron el rumbo de la costa del Rif y Abd-el-Krim recibió puntuales noticias a través de sus servicios de espionaje en Tánger. La flota española, formada por las unidades navales de Instrucción y del Norte de Africa, estaba integrada por los acorazados Alfonso XIII y Jaime I, cruceros Méndez Nuñez, Blas de Lezo, Victoria-Eugenia y Extremadura, dos caza-torpederos, seis cañoneros, once guarda-costas, seis torpederos, siete guardapescas y el porta-hidros Dédalo. Como elementos de desembarco formaban 26 barcazas tipo “K” usadas por los ingleses en los Dardanelos y cuatro remolcadores. Las tropas y los pertrechos iban repartidos en seis flotillas con 27 barcos mercantes, casi todos requisados a Trasmediterránea, dos buques aljibes y sendos barcos hospitales. Dos empresas de Ceuta, la “Compañía de Carbones” (hoy Ducar) y “La Almadraba” (ya desaparecida) cedieron lanchones para el traslado de heridos.

Por su parte, los franceses aportaron el acorazado París, los cruceros Estrasburgo y Metz acompañados por dos torpederos, dos monitores y un remolcador con globo cautivo.

Las fuerzas aéreas españolas, bajo el mando del general Soriano, Director de Aeronáutica, estaban formadas por tres escuadras de Breguet, Rolls, Napier, Bristol, Fokker, sextiplanos, un grupo de hidros, sección de caza y Compañía de Aerostación. El porta-hidros Dédalo aportó un dirigible de 1.500 metros cúbicos, un globo cautivo, seis hidro-aviones “Supermarine” y seis de reconocimiento.



La zona de la bahía de Alhucemas donde tuvo lugar el desembarco (Historia de las campañas de Marruecos 4)



En los barcos mercantes se hacinaban fuerzas de Infantería de Marina, del Tercio, Regulares, Mehal-la, Harkas irregulares, Compañía de Mar, Infantería peninsular, carros de asalto, Artillería, Ingenieros, Intendencia, Sanidad….. Un abigarrado surtido de uniformes, razas y religiones. En total, 17.000 hombres, de ellos 6.200 indígenas y 2.082 del Tercio. En reserva quedaron en la Península 10 Batallones.

El buque “Escolano” transportaba a los corresponsales de guerra españoles Emilio Herrero de United Press; Sánchez del Arco, del Noticiero Sevillano; Fernández de El Mediterráneo; Corrochano, de ABC; Artigas Arpón, de La Voz. Y los extranjeros Hans Theodor Ibel, de Prensa Alemana; Clarke Ashworth, de Daily Express (Londres); Rosary Drackman de la Revista Americana (Estados Unidos) y Hans Félix Wolf, de La Ilustración (Lepzig).

Igualmente eran importantes las armas , municiones y otros elementos, por lo que se embarcaron igualmente cuatro baterías de 7 cm. y 10,5, veintiuna estaciones ópticas, una unidad de pontoneros, cuatro estaciones de radio, intendencia de montaña, una sección para depósitos y panadería, dos ambulancias de montaña y dos hospitales de campaña de 100 camas cada uno. Respecto a municiones se cargaron casi 7 millones de cartuchos de fusil y 3 millones para ametralladoras. Por si había mal tiempo y surgían problemas de aprovisionamiento, se dejaron previstas en el peñón de Alhucemas 10.000 granadas de mano, unos 15.000 proyectiles de artillería y, curiosamente, 478 de gases, cuyo posible empleo posterior siempre ha producido controversias.



Apunte a la acuarela de Mariano Bertuchi sobre el momento crucial del

desembarco de Alhucemas (Colección particular)



Respecto a la intendencia, cada individuo llevaba encima dos días de raciones en frío y en un escalón posterior, cuatro días de ranchos calientes y tres en frío, lo que supuso casi 500.000 comidas para los primeros diez días. Después, los barcos, el peñón de Alhucemas y cuatro dobles hornos de campaña, forzarían la producción de pan, mientras la Escuadra seguiría desembarcando raciones frías y calientes, distintas para cristianos y musulmanes. El agua, otro elemento indispensable, quedaba asegurada mediante los dos buques aljibe que atendían a unas 10.000 cubas. La Sanidad estaba prevista mediante los quirófanos de los dos buques hospital con 324 literas y en tierra los de campaña y 142 artolas capaces de transportar en cada viaje 284 heridos o enfermos, junto a trenes-hospital dispuestos en el sur de la Península.


Comienza la acción

Las dos escuadras se aproximaron a Alhucemas con bastante temporal de levante e hicieron algunos simulacros de desembarco, en Uad Lau la columna de Ceuta y en Sidi Dris la de Melilla, protegiéndose los barcos con cortinas de humo y bombardeando la costa. Ya frente a Axdir parte de la flota, mientras se concentraba el resto, los buques de guerra comenzaron a bombardear, según los datos sobre posibles emplazamientos que facilitó el mando del Peñón de Alhucemas. Sin embargo, desde tierra se contestó eficazmente el fuego y algunos proyectiles de artillería alcanzaron al acorazado Alfonso XIII y al también acorazado francés “París”. Poco a poco, a lo largo del 8 de Septiembre de 1925, la flota y las barcazas de desembarco fueron concentrándose frente a la costa de Beni Urriagel y Bocoya. Es preciso imaginar la sorpresa de los montañeses rifeños cuando, al amanecer ese día, se encontraron enfrente una inmensa flota de 80 barcos con 200 bocas de fuego, y casi 100 aviones surcando el cielo, mientras los globos se elevaban sobre el mar observándolo todo. Los rifeños llamaban “mata-piedras” a las bombas de los aeroplanos y la artillería, pero ahora comprobaban una efectividad inusual.



El mariscal Pétain, el general Primo de Rivera y otras autoridades militares, presenciando el desfile de las fuerzas que rindieron honores a su llegada (Revista La Esfera).


Fue la columna de Ceuta la primera en desembarcar. A las 11:40 de la mañana de aquel 8 de Septiembre de 1925, la primera oleada de barcazas K se dirigió a tierra, precedidas por una gasolinera que mandaba el capitán de fragata Boado, jefe de Estado Mayor, que reconoció la costa, eligiendo el sitio exacto del desembarco. Las harkas, Mehallas y el Tercio saltaron desde las “K” los primeros y en vanguardia, la sexta bandera con el comandante Rada al frente. La Escuadra intensificó el bombardeo y fue preciso ganar la playa con el agua al cuello y el armamento sobre las cabeza. Mientras los legionarios y tropas indígenas subían los escarpados de la playa produciéndose las primeras bajas, algunas por fuego propio, se comenzó a desembarcar el resto de la columna Saro. A las tres de la tarde se habían cubierto todos los objetivos del primer día, ocupándose 3 cañones enemigos y con las bajas de 7 jefes y oficiales y 117 de tropa.

La actividad de las Escuadras francesas y española fue decisiva. El acorazado “París”, por ejemplo, disparó 250 proyectiles de grueso calibre, 900 de 155 y unos 1.000 de 75, lo que supuso un gasto de unos dos millones de pesetas de una época en que un Comandante ganaba unas 16.000 pesetas al año. Durante cuatro horas, la tripulación de este barco permaneció encerrada soportando temperaturas bajo el grueso blindaje, de 50 grados. Por lo cercano a la costa que operaba, al alcance incluso de fusiles, no quedó nadie en cubierta, salvo los sirvientes de cañones, protegidos por sus torres. Sin embargo, a las cuatro de la tarde, cuando la bandera ya ondeaba en Morro Nuevo, la tripulación salió al aire libre a celebrarlo. Algo parecido ocurrió en otros buques.

Sobre la playa y los montes cercanos estaban ya 8.000 hombres con tres baterías y en los barcos esperaba su ocasión la columna Fernández Pérez, de Melilla

Sin embargo, aún quedaba lo peor.




Las fuerzas habían desembarcado con éxito. Sin embargo, desde el Dictador Primo de Rivera hasta el General en Jefe Sanjurjo, pasando por determinados Oficiales, sabían que todo podía irse al traste porque había surgido un grave problema en la zona de Tetuan. Ahmed ben Mohamed el Hosmari el Jeriro, el más competente caid de los rifeños y antiguo servidor del vencido Raisuni, se había adelantado al desembarco y, siguiendo un plan perfectamente preconcebido por Abd el Krim y su hermano, pretendía nada menos que ocupar la capital del Protectorado. Había que reembarcar las tropas y defender Tetuan o parar de alguna forma a Jeriro.


Las tropas salieron de Ceuta y Melilla hacia Alhucemas el día cinco de Septiembre de 1925 por la tarde y de Melilla en la madrugada del mismo día cinco al seis. Sin embargo, cuarenta y ocho horas antes, el tres del mismo mes, fue atacada la posición de Cudia Tahar, próxima a Tetuan y de gran valor estratégico.

La capital del Protectorado estaba defendida, por la parte del Rif, mediante una línea que partía cinco Kilómetros al sur, desde la desembocadura de Río Martín hasta el macizo de Beni Hosmar, aunque el enemigo dominaba las alturas de Bu Zeitung y, por tanto, los caminos hacia Tetuán. De toda esta organización, los puestos más avanzados eran Cudia Tahar y Gorgue, enlazados ambos con la base de Ben Karrich. El ataque rifeño pretendía romper la línea por la mencionada posición de Cudia Tahar para progresar por el valle del Martíl y entrar en Tetuan. Un ambicioso plan comparable que pretendía anular al desembarco en Alhucemas.

Los bereberes habían emplazado nueve cañones cerca de la posición y el día 3 de Septiembre atacaron con un intenso fuego de artillería y armas automáticas. La débil fortificación cedió rápidamente y horas después estaba ardiendo y con dos bajas de oficiales y 27 heridos. De Ben Karrich se enviaron dos compañías de Cazadores de Africa como refuerzo con toda rapidez, pero solo una parte de ellas consiguió entrar en la posición. Los días siguientes se intentaron nuevos envíos de ayuda que fracasaron estrepitosamente con 40 bajas y pereciendo incluso el jefe de la columna, el comandante Hernández Francés. El 4 de Septiembre, después de sufrir intensos bombardeos, solo quedaban 48 soldados útiles en Cudia Tahar. A pesar de todo, Primo de Rivera ordenó el embarque de las tropas en Ceuta y estas zarparon con la preocupación del problema que dejaban atrás.

Del 5 al 11 de Septiembre, cuando ya el desembarco había resultado un éxito, la situación se fue agravando progresivamente en el sector de Tetuan. Bajo el mando del General Federico Sousa volvieron a fracasar un tabor de Regulares de Ceuta, un Batallón del Serrallo, la Mehalla de Tetuán, un batallón de Toledo y otro de Infantería de Ceuta 60. La situación se hacía angustiosa y Cudia Tahar podía caer en cualquier momento y con ella, Tetuan.



El general Saro con el general Sanjurjo en la playa de la Cebadilla, donde se efectuó el desembarco (Revista La Esfera)



Ante esta situación desesperada, Primo de Rivera decidió prescindir de algunas de las fuerzas concentradas frente a Alhucemas para evitar un nuevo desastre y el día 10 de Septiembre, después de una travesía marítima a toda máquina, ya se encontraban en Tetuan las fuerzas seleccionadas. Se trataba de un tabor de Regulares de Melilla con el Comandante Romagosa y dos banderas del Tercio al mando del Teniente Coronel Balmes. A estas fuerzas se le unieron las disponibles en el sector y, bajo la dirección del General Sousa salieron hacia Cudia Tahar que ya conocía el esfuerzo hecho para ayudarle, gracias a la aviación que le aprovisionaba de hielo, municiones, alimentos y noticias.

El 11 de Septiembre comenzaron las operaciones y no se pudieron cubrir los pocos kilómetros de distancia, por la resistencia que oponían los bereberes. Al día siguiente se reanudó el avance. Fue lento, difícil, con frecuentes asaltos a punta de bayoneta y soportando un elevado numero de bajas, pero las fuerzas llegaron a Cudia Tahar y la liberaron. El enemigo se retiró dejando sobre el campo 125 cadáveres, cosa insólita, y gran cantidad de armas y municiones. Las fuerzas del Tercio y Regulares regresaron a Alhucemas y Primo de Rivera recibió personalmente en Tetuán a los defensores de Cudia Tahar que quedaron vivos y entregó a cada soldado un enorme puro y ciento veinticinco pesetas.


Hacia Axdir

Las playas en torno a Alhucemas son numerosas pero muy diferentes. Mientras que al Este, frente al Peñón de Alhucemas, la costa es baja, cómoda, arenosa y con el Peñón de Alhucemas enfrente, formando las playas de Suani y La Rocosa, a continuación la también playa del Quemado es pequeña, bonita y fácil de dominar desde las alturas de Morro Viejo. Sin embargo, al otro lado del inmenso Morro Nuevo, las playas de Cebadilla e Ixdaín son pedregosas, con gran profundidad y pequeñas porque, a pocos metros del mar, el terreno se escarpa y resulta muy fácil batir la costa. El desembarco que era esperado naturalmente en Suani, se hizo en Ixdaín que era la peor, pero quizás por eso se consiguió el factor sorpresa y todo resultó un éxito inicial.



Vista aérea de Cudia Tahar, cuyas ruinas todavía se conservan en las proximidades de Tetuán.



Comenzado tres días después de la primera oleada el desembarco de la columna Fernández Pérez de Melilla, los problemas comenzaron en cuanto Abd el Krim consiguió reaccionar y organizar la defensa de su territorio. Después de ocupar un perímetro de dos o tres kilómetros cuadrados, las fuerzas españolas tuvieron que dedicarse a rechazar continuos ataques y quedaron inmovilizadas durante quince días en que solo consiguieron progresar 2 Kilómetros. Los rifeños disputaban cada cueva, cada hondonada de un terreno que conocían bien y sus baterías disparaban solo de noche para no ser detectadas por la aviación. Los potentes reflectores de los barcos buscaban las piezas enemigas e iluminaban los barrancos para facilitar la defensa en ataques nocturnos.

Durante los 15 días de aquel parón, continuó el desembarque de hombres y material y, a partir del 23 de Septiembre, se comenzó a progresar aunque a costa de importantes pérdidas. Los legionarios avanzaron hacia el suroeste, donde se encontraba Axdir, la cabila de Abd el Krim y el Coronel Goded consiguió ocupar la Cala del Quemado, después de vencer una resistencia que se llevaba a cabo hasta el último hombre. En una cueva, un viejo caid fue encontrado muerto con el Corán en una mano y el fusil en la otra. Goded conservó, con respeto, ambas cosas como recuerdo.



Cartel de Mariano Bertuchi llamando al alistamiento en La Legión, fuerza voluntaria creada en 1920 y que no había intervenido en la zona de Melilla antes de 1921



Hasta el 2 de Octubre no se pudo llegar a Axdir que estaba situado a solo once Kilómetros de las playas del desembarco. Se había progresado a razón de 400 metros diarios y los últimos ataques tuvieron una gran ferocidad por la enconada resistencia de los rifeños. El 3 de Octubre se dio carta blanca a las tropas y el poblado de Abd el Krim fue incendiado y destruido. El Coronel García Escámez, el primero en penetrar en la casa del líder rifeño, encontró una copiosa documentación epistolar que puso en situación difícil a muchos españoles que habían mantenido contactos con el enemigo.


Epílogo

Las noticias de la importante victoria fueron recibidas en España con fiestas y un regocijo general. Eran las primeras buenas noticias en mucho tiempo. Cientos de misas y actos públicos se celebraron como homenaje a las bajas que, de Septiembre a Marzo de 1925, sumaron 133 jefes y oficiales y 2.203 suboficiales y soldados. No se contabilizaron las pérdidas rifeñas. Los generales Primo de Rivera, Sanjurjo, Fernández Pérez y Saro fueron ascendidos. Los franceses iniciaron el 10 de Septiembre, al conocerse el éxito inicial del desembarco, una violenta ofensiva desde el Uarga, limite de las dos zonas, hacia el norte. Una columna española, al mando del Coronel Dolla partió hacia el sur y enlazó con los franceses en Zoco el Telata, en Metalsa y, una semana más tarde, Petain y Sanjurjo se encontraron algo mas al este, en Beni Bu Yahi.



El peñón de Alhucemas, situado frente a la costa, prestó una importante ayuda durante del desembarco.


El éxito no se explotó lo suficiente y la guerra continuó dos años más, hasta 1927. Francia colaboró desde entonces con España, después de soportar en la campaña de 1925 mas de 12.000 bajas, manteniendo 300.000 soldados en Marruecos y 400.000 más en reserva. El mariscal Lyautey regresó muy triste a Francia, siendo sustituido como Residente General, por Steeg, Petain volvió como héroe y Sanjurjo fue nombrado Alto Comisario, mientras en Tetuan, en Noviembre de 1925 tomaba posesión el nuevo Jalifa Mulay Hassan ben el Mehdí ben Ismail.

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